Hace unas semanas, Nintendo anunciaba firme y oficialmente su intención de entrar de lleno en el emergente mercado chino con una consola completamente nueva, capaz de reproducir juegos de Nintendo 64 y Super Nintendo, llamada iQue. La consola es nada más y nada menos que un mando de control bastante grande que acepta tarjetas de memoria -donde irán los juegos- y que se conecta directamente a la televisión. Su precio, relativamente asequible para los bolsillos chinos, será de unos 50 euros.
Recientemente, Nintendo ha comentado que no pretende llevar esta curiosa consola, diseñada para evitar la masiva piratería que hay en China, fuera de este territorio, o al menos del sudeste asiático, territorios donde se supone que la industria japonesa del videojuego intentará entrar tarde o temprano. En China, una nación con más de 1.300 millones de habitantes, los principales productores de consolas -que precisamente las fabrican en el país- están empezando a tomar posiciones para integrarse en un mercado que puede convertirse fácilmente en el mayor del mundo dentro de unas décadas. Mientras que Sony lanzará sus consolas "originales", Nintendo ha optado por esta solución de bajo precio y mayor seguridad contra los piratas.
