Hace unos días conocíamos que el videojuego Outlast 2 pasaba a estar prohibido en Australia por decisión de la Australian Classification Board, organismo regulador de videojuegos en este país. Los contenidos que presenta el título de Red Barrels en una de sus escenas tildada de contener "sexo con violencia".
La prohibición de Outlast 2
El bloqueo de Outlast 2, que para salir a la venta en Australia tendrá que modificar sus escenas controvertidas, ha abierto el debate sobre el sistema de clasificación por edades y la necesidad (o no) de censurar productos que, por su concepción, son para público adulto.
Es precisamente este tema el que ha expuesto el senador demócrata australiano David Leyonhjelm, que ha criticado al gobierno y al sistema de clasificación de videojuegos local durante un discurso en el Senado haciendo referencia al caso del videojuego de terror.
"Este videojuego tiene lugar en un mundo de fantasía que implica a todo tipo de criaturas, tanto humanas como no humanas. La mera sugestión de un encuentro sexual fuera de cámara ha sido suficiente para que sea prohibido por la Australian Classification Board", comenta.
El senador cree que estas decisiones se toman "bajo la falsa presunción de que todos los jugadores son menores de edad que se impresionan con todo lo que ven" y critica que se censuren videojuegos cuando en Internet "se pueden encontrar fácilmente imágenes que implican a gente de carne y hueso".
Desde el punto de vista del político, el sistema de clasificación por edades no debe censurar el ocio digital, sino ordenarlo en función del público. En Australia, anota Leyonhjelm, la edad media de los jugadores es 33 años, por lo que el sistema de clasificación debe ser acorde a la demografía del consumidor.
Leyonhjelm fue todavía más allá asegurando que esta censura se produce en la mayoría de los casos "porque se analiza un medio que alguien no aprueba o entiende" y critica que a pesar del talante innovador del Primer Ministro de Australia, "cada señal que envía a la comunidad de jugadores es de censura".
"Los videojuegos no le hacen daño a nadie y el Gobierno y el sistema de clasificación por edades deberían dejar a los jugadores tranquilos", concluye el senador. Sin lugar a dudas, un discurso alentador para todos los jugadores australianos que viven uno de los sistemas de clasificación más férreos.
