Cinco momentos en los que Zelda nos dejó con la boca abierta

El día 3 de marzo llega su nueva entrega.
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The Legend of Zelda: Breath of the Wild es la nueva entrega de la saga de aventuras mítica de Nintendo que desembarca en Nintendo Switch y en Wii U con el objetivo de conquistar a todos los seguidores de esta franquicia millonaria. Para ello, Eiji Aonuma, director actual de la franquicia que tomó el relevo de Shigeru Miyamoto, ha preparado una nueva forma de jugar que se aleja en gran medida de los cánones tradicionales a los que nos tiene acostumbrados la serie de Link, Zelda, Ganon y compañía. Nuestro viaje en Breath of the Wild se desarrolla en un enorme y vivo mundo abierto.

The Legend of Zelda siempre se ha caracterizado por innovar, por sorprender a la comunidad de jugadores con cada nueva entrega que sale al mercado. Estamos ante una saga de excelencia, ante una licencia que con cada nuevo episodio es capaz de superar al anterior. No es una saga libre de polémica en relación a ciertas decisiones, pero Nintendo siempre ha querido ir más allá y no solo añadiendo mejores gráficos a la ecuación; también mejoras jugables, narrativas y sonoras que han refinado la aventura con los años. Ahora queremos repasar las cinco veces que The Legend of Zelda nos sorprendió.

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La sensación de aventura

Hasta 1986 tenemos que desplazarnos para encontrar los orígenes de The Legend of Zelda con el lanzamiento de su primer juego en la NES. Fue a finales de la década de los ochenta cuando las consolas de videojuegos comenzaban a despuntar y cuando un jovencísimo Shigeru Miyamoto se embarcó en la que terminaría siendo una de las aventuras de su vida. Puede que a día de hoy el primer episodio de la franquicia parezca una obra rudimentaria, pero sigue siendo igual de valiosa por todo lo que supuso para el videojuego.

Cinco momentos en los que Zelda nos dejó con la boca abierta Imagen 2

El The Legend of Zelda la sensación de estar inmersos en una aventura increíble se percibía desde el primer minuto de partida. Ese mensaje de "It’s dangerous to go alone. Take this!" que se pronunciaba cuando recibimos la espada es el mejor reflejo de ello. La inexplorada tierra de Hyrule, con sus ríos, criaturas fantásticas y mazmorras tenía un encanto capaz de atrapar al jugador entre sus pocos píxeles mostrados en pantalla. Fue este encanto el que convirtió a The Legend of Zelda en el juego de aventuras por antonomasia.

El enorme mundo de A Link to the Past

De la aventura del primer Zelda pasamos a toparnos con ciertas decepciones como Zelda II: Adventures of Link, que no estaba a la altura de su predecesor, pero viajamos a través de la evolución natural de la saga, que daba el salto a Super Nintendo (SNES) con un lanzamiento que todavía es considerado como una de las mejores entregas de la saga: The Legend of Zelda: A Link to the Past. La obra de Miyamoto no solo mejoraba el acabado visual en dos dimensiones gracias al salto generacional, sino que redefinió los cimientos de la licencia.

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A Link to the Past es una obra maestra que todavía perdura y que consiguió ampliar la sensación de aventura del primer Zelda trasladándose a un mundo abierto todavía mayor, mucho más sólido, con personajes icónicos, definidos y un empaque poco común en los juegos de su género en la época. Explorar aquellas tierras, adentrarte en sus mazmorras y conocer a los diferentes seres que las habitaban era una experiencia sobresaliente. Desde entonces, la saga principal no puede existir sin todos estos elementos.

Por primera vez en 3D

Buena parte del éxito de The Legend of Zelda se debe al mundo que le rodea. Vistos los precedentes, no era de extrañar que con el lanzamiento de Nintendo 64 aquella serie hasta entonces bidimensional diera un salto considerable. Y así fue: The Legend of Zelda: Ocarina of Time redefinió el estilo visual de la serie pasando de las 2D a las 3D de una manera sublime. Aquella versión de Hyrule era más realista, cercana e impresionante que las anteriores. Además, el salto a las tres dimensiones completas se había producido de lleno en aquella generación, por lo que el impacto era todavía mucho mayor.

De Ocarina of Time podríamos hacer un extenso reportaje especial recordando todas y cada una de sus virtudes. Defectos tenía pocos y por aquellas fechas algunos ni siquiera los apreciábamos (como su frame rate, al que le tenemos cariño a pesar de todo) y sus grandes virtudes terminaban definiéndolo como uno de los juegos de la década. Aquellos templos en tres dimensiones eran visualmente impactantes y la jugabilidad se veía renovada por el nuevo enfoque de los escenarios. Recordaremos por siempre la estructura enrevesada del Templo del Agua, la genial recreación del Castillo o el espectacular Lago Hylia.

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Y no podemos olvidarnos de otro salto equiparable a las tres dimensiones que también vivimos con Ocarina of Time y que sirvió para que refináramos nuestros oídos. Nos referimos a la banda sonora del juego, que cambiaba los tonos habituales en la licencia por otros acordes a su tiempo y se servía de sonido de 16 bits estéreo que ofrecía Nintendo 64 para deleitarnos con melodías para el recuerdo como su tema principal con los toques de ocarina, el espectacular Hyrule Field o el bello y melódico Zora’s Domain.

El tiempo pasa en Majora’s Mask

Aunque el concepto de jugar contra el tiempo no es algo nuevo y exclusivo de The Legend of Zelda, sí fue Majora’s Mask uno de los primeros juegos que lo aplicó a una extensa aventura y de una manera sublime. Aquella nueva aventura de Link para Nintendo 64 se percibía como algo continuista, y en cierto modo lo fue, pero Shigeru Miyamoto nos guardaba bastantes sorpresas para no dejarnos con el mismo buen sabor de boca que Ocarina of Time. Este juego jugaba con sus propias normas, tenía su particular encanto y servía como reto para los seguidores de la franquicia exclusiva de Nintendo.

Muchos y muchas nos quedamos con la boca abierta cuando descubrimos cómo funcionaba aquella propuesta de Nintendo gracias a su uso del tiempo y a la presión que nos causaba ver a aquella luna con cara terrorífica cada vez más cerca de Términa, mundo paralelo a Hyrule donde todo es igual y a la par muy diferente. A todo esto debemos sumar la jugabilidad diversa concedida por las máscaras y la necesidad de explorar ese mundo sintiendo que la cuenta atrás avanza con cada paso que damos. Un título que hoy día sigue estando vigente y es considerado por muchos como uno de los mejores juegos de la saga.

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Wind Waker y Toon Link

Con el salto a las tres dimensiones en The Legend of Zelda: Ocarina of Time y la presentación de dos modelos diferentes de Link, la versión de niño y la adulta, los seguidores de la saga pensaron que los derroteros futuros de la licencia tirarían siempre por ese camino. Nunca esperaban que el primer juego de la licencia para GameCube, consola que presumía de tener un hardware superior a su competidora directa (PS2) no lo exprimiera para ofrecer un juego realista, maduro y visualmente impactante, sobre todo después de aquella demo técnica que corría en las entrañas de Dolphin. Las dos primeras condiciones no las cumplió, pero la tercera sí que la consiguió con creces.

Cuando se mostró por primera vez The Legend of Zelda: Wind Waker la reacción de los seguidores de la franquicia no pudo ser más negativa. Prácticamente todo el mundo repudiaba a aquel Link de "dibujos animados" que usaba una por aquellas fechas todavía primitiva técnica del cel shading. Nadie pensaba que tras aquel aspecto visual animado se podía encontrar un juego excelente, con elementos maduros y con una jugabilidad a la altura de la franquicia. Wind Waker demostró que los gráficos cel shading tenían mucho que ofrecer en lo artístico y dio a la saga una nueva manera de escribir la historia. A pesar del paso del tiempo, el debate Link vs. Toon Link sigue vigente.

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