Análisis de Papers, Please (PC, PSVITA, iPhone, Android)

El juego que nos ocupa es la creación personal de Lucas Pope, ex-Naughty Dog que lleva desde 2010 viviendo en Japón y trabajando para la empresa estadounidense Ratloop, creadores de grandes éxitos como Rocketbirds, Helsing’s Fire o Mightier.

En Noviembre de 2012, tras haber creado por su cuenta otros títulos como The Republia Times (con quien comparte escenario) y 6 Degree of Sabotage para concursos como Ludum Dare, decide ponerse manos a la obra y empezar este juego, realizado un poco en la línea del ganador del Independent Game Festival 2013 (Cart Life), y con la opción de jugar a la beta de manera gratuita si queréis echarle un ojo en lugar de leer las líneas que vienen a continuación.

Porque Papers, Please no es un juego al uso. No es diversión pura y dura, ni es un serious game convencional. Pero tiene jugabilidad, y tiene algo de concienciación, de mensaje.

En este caso, Lucas, un estadounidense que vive en Japón (y todos más o menos estaréis al cargo de lo complicados que son los nipones en esos temas) nos pone en la piel de un funcionario de la frontera que une, en 1982, la imaginaria república comunista de Arstotzka con su vecina Kolechia, con la que ha mantenido un enfrentamiento de 6 años. Así, mediante ese sistema tan preciso y fantástico como es "el sorteo de trabajos" nos ha tocado decidir quien pasa y quien no para ganar el dinero suficiente para mantener nuestro piso y a la familia.

Cada día tenemos 12 horas, y nos vienen diferentes personajes de diferentes países, que tienen que cumplir unas normas que te dan al principio del día para poder atravesar la frontera, aunque al final somos nosotros los que decidimos si pueden pasarla o no (con el detalle añadido que si fallamos, alguien que nos vigila nos penalizará, lo cual ya es una crítica a la estupidez de la sociedad en la que estamos). Al principio las normas son muy sencillas (ser o no de Arstotzka), pero poco a poco se va complicando más y más, y al final acabamos en nuestro escritorio de funcionario con una cantidad sorprendente de papeles, documentos y otras necesidades para poder decirle a alguien si puede o no entrar en la gloriosa Arstotzka. Por suerte, contamos con una herramienta que nos ayuda ligeramente a encontrar las inconsistencias (como si hablásemos de Phoenix Wright) y de esa manera explicarle la razón al inmigrante de turno por la cual se le ha denegado la entrada.

En virtud al número de pasaportes que hayamos revisado (ya sea aceptándolos o no), cobraremos al final de ese día, y os aseguramos que lo que se cobra es bastante poco, de manera que habrá que hacer cierto encaje de bolillos a la hora de alimentar a la familia y darles calor, porque la renta del piso no hay quien nos la perdone.

Para que os quede un poco más claro, os vamos a intentar explicar a lo que os enfrentáis. La pantalla está dividida en varias secciones: la superior, donde vemos la cola infinita de personas que intentan pasar la frontera, unos cuantos guardias en la frontera, un par de muros y alambradas, y unos guardias detrás. La inferior izquierda, que simula la ventanilla, donde aparece cada individuo y nos da sus documentos. Y la inferior derecha, donde podemos manipular esos documentos para ver que todo está en orden. Conforme la partida avance veremos que se nos van quedando pequeños los dos espacios inferiores, mientras que la parte superior casi nunca pasa nada, pero somos nosotros los que tenemos que tocar la alarma para hacer pasar al siguiente.

Esta parte, por así decirlo, es la principal del juego, y a nuestro modo de ver la más aburrida de éste. No en vano, estamos hablando de un juego que nos pone en la piel de un funcionario de una república comunista inventada en los 82, y hay pocas cosas más aburridas en esta vida que ese rol. Pero Papers, Please, como hemos dicho anteriormente, no es un juego al uso, y de una manera muy sutil nos introduce poco a poco una historia que es bastante interesante.

Así, la vida avanza conforme pasan los días, y en la frontera de Grestin vemos cosas como ataques terroristas, personas desesperadas porque no les dejamos entrar y otro tipo de sorpresas. Nos enteramos que además del gobierno oficial (que por cierto de vez en cuando nos hacen visitas), existen grupos armados de resistencia, y desde nuestra posición podemos tomar partido en una u otra dirección, lo que tiene consecuencias directas en la partida, de manera que si apoyamos al grupo armado, y estos la lían pero no lo suficiente, acabaremos en la cárcel por traidores a la patria, siendo éste uno de los 20 posibles finales que tiene el juego.

Como también podemos acabar allí porque se nos muera la familia, o por otro tipo de razones. Y nosotros todo esto lo tenemos que realizar desde nuestro puesto fronterizo, aceptando o rechazando pasaportes, pues al finalizar el día sólo veremos cuánto dinero hemos ganado, cómo nos lo vamos a gastar, y dormir, llevándonos, de paso, alguna sorpresa.

Esta es, a nuestro modo de ver, la parte menos explotada del juego. Seguimos teniendo 12 horas para poder "disfrutar" de nuestra vida comunista, pero no, sólo podemos darle a dormir, y al día siguiente despertarnos con las noticias (que tienen relevancia en la partida) y seguir manejando papeles. Es cierto que, a pesar de que pueda parecer que estamos muy limitados, durante este manejo de papeles podemos realizar una cantidad de elecciones que haría sonrojar a Heavy Rain.

Y esto, más un modo infinito para aquellos que tengáis verdadera vocación de funcionario de fronteras, es lo que ofrece Papers Please. El juego está realizado enteramente por una persona en menos de un año, lo que implica que no ha tenido los medios como pueda tener una gran empresa a lo largo de mucho más tiempo. Con todo, a efectos prácticos no desmerece demasiado respecto a otros juegos independientes, y tiene detalles realmente brillantes, como la estética comunista que acompaña a todo el título, y le da mucha coherencia, las animaciones de los personajes, que a pesar de su sencillez tienen un efecto que imita la rotoscopia que queda realmente bien, y la minimalista y fantástica banda sonora, que nos sitúa inmediatamente en la sordidez y austeridad de una república comunista de los 80.

En resumen, Papers, Please no es un juego para todo el mundo, pero a la vez es un producto necesario. El subtítulo de "Un thriller documental distópico" le sienta que ni pintado, pues realmente es lo que os estaréis comprando si pagáis los casi 9 euros que cuesta. Así que, los que queráis ver más obras como esta de Lucas Pope, os animamos a que le apoyéis de esta manera, aunque seguro que lo vemos muy alto en los próximos premios IGF o similares.